Querido/a lector/a deseo compartir
contigo una serie de reflexiones e investigaciones que realicé sobre la muerte
cuando cursaba mi licenciatura en psicología. Mi interés por como ha
evolucionado el concepto de muerte en occidente me llevó a escribir un trabajo
para la asignatura de sociología que les mostraré en varios capítulos.
La muerte es algo que todos tenemos
asegurados en nuestro destino, pero algunas personas preferimos vivir como si
tal no existira, otros sentimos terror ante el final y otras personas deciden
incluirla como una fase más, y le ayudan a vivir mejor el presente.
Sinceramente, creo este interés fue uno
de los factores que me llevaron a estudiar la especialidad de psicooncología y
cuidados paliativos, hoy día comprendo que el miedo, el rechazo o la aceptación
hacia nuestro final son fases que pueden variar a lo largo de nuestra vida. Al
fin y al cabo, la vida es cambio, el ser humano evoluciona gracias a sus
experiencias y eso le posiciona en diferentes lugares en su vida, momentos que
le llevarán a temer por su vida o situaciones que les ayudarán a aceptar la
muerte como parte del ciclo de la vida.
La muerte es un aspecto de la vida de una significación profunda y en todas las
épocas su existencia ha desconcertado tanto al hombre de Oriente como al de
Occidente. Es posible aproximarse a ella desde diferentes ángulos. Aquí
trataremos especialmente los problemas psicológicos que surgen en nuestra vida,
provocados por el concepto de la muerte, las actitudes hacia ella y el hecho de
morir.
La muerte en tanto que tabú
En Occidente, el fenómeno de la muerte es un tabú para la mayor parte de la
gente. Hasta hace poco, los conceptos psicoanalíticos de las actitudes hacia la
muerte y del temor de morir que de allí se derivan eran dominantes. Los
sentimientos a propósito de la muerte eran esencialmente manifestaciones de una
realidad anterior, o sea, la angustia de la separación de la madre o los
conflictos relacionados con el complejo de castración. Tales desplazamientos
clínicos podían producirse y los temores sobre la muerte eran fenómenos
secundarios.
Sin embargo, nuevos estudios sugieren de manera creciente que lo contrario
podría ser más exacto. Stanilav Grof dice que el concepto actual de la muerte y
la reacción de los moribundos, caracterizada por una represión y una negación
masivas, parece ser un producto anexo de una industrialización que crece
rápidamente con un acento excesivo sobre el pragmatismo, una filosofía
materialista y una orientación general hacía el éxito y el triunfo. El
continúa: «Una confrontación íntima con la muerte, agregada a una angustia que
se desencadena, profundamente arraigada biológicamente, unida al instinto de
supervivencia, parece representar un llamado penoso a las últimas limitaciones
de los esfuerzos del hombre por controlar
y dominar la naturaleza».
Problemas psicológicos
Pueden crearse otros problemas por la actitud de los adultos hacia la muerte.
Para mantener a los niños a resguardo de la existencia de la muerte, los padres
pueden mantenerlos separados de las realidades del fin de la vida humana. Se ha
demostrado que esto es una actitud ineficaz y nociva. En verdad, esta manera de
actuar entorpece el desarrollo emocional del niño y manifiesta más las
angustias de los adultos en relación a la muerte, que la capacidad de los niños
de hacer frente a esta realidad.
El humor depresivo, el temor de la pérdida, el insomnio, los síntomas
esquizoides y diversas perturbaciones psicosomáticas revelan su parentesco con
la inquietudes en relación a la muerte. Incluso, varios investigadores han
llegado a la conclusión que el temor a la muerte es el factor traumático más
típico para desencadenar una demencia senil.
Conocimiento y muerte
Entre otros: Feifel, Eissler, Johnson, Spielberger, Kübler-Ross han demostrado
que el pensamiento de la muerte es una fuente de angustia para el hombre. La
ansiedad es un estado caracterizado por sentimientos subjetivos conscientemente
percibidos de aprensión y de tensión asociados a una activación del sistema
nervioso autónomo. El estado de ansiedad causa cambios cognitivos y de
percepción. El resultado primario del temor de la muerte, trayendo como
consecuencia el desarrollo de estados de ansiedad, es una distorsión
fundamental de la manera en que somos conscientes del mundo. Este temor nos
impide concebir la muerte como un fenómeno natural, como el destino de todos
los seres sensibles y como un desenlace fundamental en la naturaleza en su
proceso constante de transformación de todas las cosas.
Por otra parte, el instinto de conservación, una de las causas primeras de este
temor, puede tener su origen en el anhelo inconsciente del hombre de ser
eterno. Para enfrentar, en un estado ordinario de consciencia, a este modo de ser «eterno», el hombre niega la muerte, dándole una connotación
de tabú. Probablemente, este deseo inconsciente de ser eterno es una de las
razones más poderosas por la que el hombre se interroga sobre la naturaleza de
la muerte y del más allá. El desea aprender sobre los misterios de la muerte.
Sin embargo, su capacidad real de aclarar esta interrogante al interior de su
modo de conocimiento del universo le parece que está más allá de su poder. El
se siente vencido ante tal dilema y puede llegar a experimentar miedo,
reprimiendo su búsqueda. En este contexto, don Juan (Castañeda) dice: «El temor
es un enemigo terrible, tramposo y difícil de dominar. Él permanece oculto en
cada recodo del camino, merodeando, esperando. Y si el hombre, aterrorizado por
su presencia, huye, su enemigo habrá puesto un término a su búsqueda.»
Una razón probable del temor de la
muerte
En un estado ordinario de consciencia, nosotros asimilamos e interpretamos las
percepciones de los sentidos en unidades de significación. Contemplamos el
mundo alrededor de nosotros y nuestros ojos seleccionan ciertas informaciones
que serán más tarde «archivadas» como una representación parcial de la realidad
física. Nuestros sentidos no son capaces de asir la totalidad de la forma en la
que se manifiesta la existencia - cambiante e intercambiable - del universo
exterior e interior. Vemos el mundo como compuesto de cosas diferentes,
separadas las unas de las otras por el espacio, y en consecuencia somos
conscientes de una imagen del universo en tanto que entidades más o menos
estáticas. Si contemplo, por ejemplo, el sólido y bello edificio del
Parlamento, tendría la experiencia de esta construcción como de algo casi
eterno. No pensaría por un instante la posibilidad de que los agregados que
componen ese determinado edificio no estaban allí hace 500 años, y tampoco
pienso en que esos agregados de moléculas y de átomos estén en movimiento y en
cambio perpetuos. No puedo ver cómo ese edificio envejece, sin embargo, a cada
segundo esta construcción aparentemente tan sólida está en constante deterioro
y - aun siendo bien conservada y restaurada - a la larga esos agregados,
dispersos por el viento del tiempo, dejarán de estar allí. Este resultado
psicológico de la dimensión cognitiva nos vuelve apenas conscientes de los
cambios que ocurren del nacimiento a la vejez en el camino hacia la muerte que
se producen en nuestros cuerpos en este momento mismo. Este modo humano
específico de aprehensión de la realidad es probablemente la causa principal de
la conceptualización del universo de una manera dualista que hace una
separación neta entre el Yo y Tú, el cuerpo y el espíritu, la vida y la muerte.
Consecuencias del dualismo
Las consecuencias existenciales de esta consciencia dualista se reflejan sobre nuestro
entorno representando un amplio espectro social. Esta manera determinada de ser
conscientes puede hacer que el individuo se sienta como un ego aislado,
flotando en un océano más o menos peligroso, donde él debe obtener para sí
mismo medios específicos de sobrevivir en esa sociedad específica. Su meta -
que es fundamentalmente la meta consciente o inconsciente de todo ser humano -
será la de lograr un sentimiento de bienestar físico, psicológico y social. A
fin de alcanzar sus metas a corto o a largo plazo, él negociará con su entorno
social. Está claro que se comportará con la vida y la muerte en función de la
consciencia que él tiene de su universo. Y negociando con un universo fundado
sobre un punto de vista inadecuado - lo que es el caso de la consciencia que él
tiene ordinariamente de su ambiente y de sí mismo - obtendrá resultados
inadecuados. Puede alcanzar un bienestar provisorio pero se sentirá siempre
amenazado por su entorno y por la perspectiva de la muerte. Su contexto social
lo condicionará en todo momento para actuar más o menos en ese sentido.
Nosotros podemos observar aquí un círculo vicioso.
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